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domingo, 26 de agosto de 2012

El Tango de los Robots y los Champiñones

Todo lo que me gusta se enfría en mis manos,
extraña capacidad de alejar lo que más amo,
autodestructiva creatividad elocuente y disléxica,
el fin del mundo y no sé cómo decirle adiós a Dios.

Lo único triste y dulce que Vallejo escribe ya lo descifre,
encontré sus versos bajo  mis tupidas arterias,
una vez me vendí a este sistema y me deje llevar por el metal,
quise ser un títere con corbata bailando el tango de los robots.

Ahora que el calmo prado es mi objetivo de vivir, 
que no tengo mayor ambición que la de ser yo mismo,
tranquilo, alegre, sano, feliz y salvo en mi esfuerzo,
los niños juegan detrás de los muros que construyó mi otro yo.

Amo a los animales, los champiñones y los paseos en invierno,
el mar, la poesía sin forma y las formas de amar sin poesía,
el ajedrez sin tener que tomar un riesgo serio,
el viento helado de una mañana ajena en un cuarto ajeno, 
y los labios que me acarician el alma lejos del sur.

“Puedo ser feliz sin tener nada más que tu sonrisa en mi corazón”

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